lunes, 30 de noviembre de 2009

Más filosofía de baratillo: El bienmorir

Hace escasos minutos recibía una llamada telefónica de cierta empresa de seguros. Hasta ahí, pues lo normal.

La señorita (que se dirigía a mí de tú y casi me ha convencido de que no sólo somos conocidas, sino que casi casi somos íntimas), me ofrecía una magnífica oferta imposible de rechazar: seguro de defunción (lo de los muertitos, añadió con una risita), a lo que se le suma un maravilloso seguro dental, y otro seguro por si pierdes tus maletas en algún aeropuerto perdido de la mano de Dios.

No me ha quedado claro qué tienen que ver unas cosas con otras, ya que cuando crías malvas, tengo entendido que no comes y los dientes te hacen poca falta. Creo que si pierdes tus bragas nuevas, además, te importa un pito.

Aparte de estos datos supérfluos, mi estremecimiento ante la expresión "los muertitos" ha sido, digamos, intenso. Porque si te paras a pensar, el muertito soy yo, no mi primo ni un señor de Murcia.

No, no. Yo. Myself.

Entonces he pensado dos cosas horripilantes:
a) Tengo ya edad para pensar en mi propia muerte.
b) Los de los seguros son lo suficientemente fríos e irrespetuosos como para juntar churras con merinas, hablar de tu muerte en plan chiste,- exhibiendo una cuidada sonrisa- y arrastrarte a la realidad de la vida (la muerte) de un gran patadón en la sien.

Mi amiga, la vendedora telefónica, quería saber, además, mi edad y la de mi cónyuge. Dependiendo de las estadísticas, tus exequias salen a un precio u otro.

Otro estremecimiento.

Vale, que si. Que todos nos morimos, bla, bla, bla. Que no hay que dejar marrones a los vivos y las cosas han de quedar atadas y bien atadas, que diría cierto librepensador con bigotito. Estamos de acuerdo, de veras.
Pero, ¿es tan importe tener ese dichoso seguro mortal? En media fracción de segundo, he imaginado cómo sería mi entierro con seguro y sin él:

Con, todo el mundo bien trajeado, de luto riguroso, serios y taciturnos, la urna labrada con gusto y una ceremonia monísima.
Sin, la peña con jerseises con bolas y el pelo alborotao, quemando my body en una chasca en plan gitano, todos bailoteando.

La cuestión es que nadie parece darle importancia al bienmorir. Morir sin dolor ni angustia, con tranquilidad, durmiendo a ser posible. Que te de tiempo a decir adiós a todos y tener la conciencia bien tranquila. Aunque la muerte te pille en un barco que naufraga o un avión que se cae. Nada, nada. Que tengo yo pagao un seguro de bienmorir, coño. Nada de morir sufriendo. Te mueres igual, vale, pero sin miedos. Eso sí que lo pagaría yo bien agusto.


4 comentarios:

Alex-Triedro dijo...

Totalmente deacuerdo, aunque lo cierto es que la verdadera putada es que a uno le obliguen a ser enterrado "como Dios manda" con la cajita de turno y unos mínimos decorosos que, hoy día, a más de uno le crearían un buen problema económico, (y más sin una golosa herencia de por medio).
Yo voto por que me usen de abono en el jardín, lanzado por una ventana si es lo más cómodo y con el pijama o lo que lleve en el momento del traspaso, (o traspiés si es en la ducha), vaya, molestias las mínimas y la gente del negoción de "los muertitos" bien lejos.
¡¡Digooo!!

TERESA VALERO dijo...

Lo primero, que no habla uno de aviones que se caen cuando se está a punto de coger uno! Lagarto, lagarto! XD

Y después de eso: qué bien expresado! Es triste, pero vivimos en una sociedad materialista en la que, incluso muerto, importa más cómo vas vestido que otras muchas cosas. Yo desde que vi "dos metros bajo tierra" me decanto por el Ecotone...¡Hala! ¡A comunionarse con la madre naturaleza!

Besos!

Random Guy dijo...

Si en el ataúd es en el último lugar en el que te van a ver tus seres queridos, es mejor que se queden con el buen recuerdo de verte hecho un pincel, es normal.
Bien se sabe que da igual cuantos recuerdos tengas de una persona, sus últimos días son los que se te quedan grabados a fuego, por dolorosos.
Y oye, los funerarios también tienen que vivir de algo. Por qué no de la "buena muerte" de los demás. El ser humano tiene la capacidad de hacer negocio de cualquier cosa... (;>

Mira, yo en unos años me cojo el bus, me marcho lejos, y desaparezco antes de que me echen de menos. Sin pruebas de mi defunción, se armará menos jaleo. Y barato, barato.
Avisados quedáis.

¡Y pasadlo bien todos en las firmas este finde!

Nabrá.

Oscar Herrero dijo...

Yo de este tema tan triste e incómodo de la muerte y sus liturgias tengo una anécdota bizarra que contar: estando yo tristemente en uno de esos centros dedicados a la celebración de velatorios, pasando el increíble mal rato que se pasa en esos sitios, con la sensación esa de irrealidad y de haber saludado a un montón de gente que hacía tiempo que no veías, leí en un cartel en la pared:

VIII Concurso de Tanatocuentos. Organizado por la revista Adiós.

Juro que no me lo invento.

¡Pasadlo bien en lo de las firmas, rufianes! ¡Y hacerse fotos y luego enseñarlas!