jueves, 20 de agosto de 2009
viernes, 7 de agosto de 2009
Mirada violeta
Aún recuerdo la mirada violeta de Sara.
Era verano, y unos cuantos chicos y chicas tomamos, como cada tarde, el camino arbolado que conducía al río. Todo era verde, calor y grillos.
Sara, vestida con unos vaqueros raídos y un pequeño bikini negro, había estado todo el día tonteando conmigo, con ese juego de miradas prometedoras y sin embargo, algo ingenuas. Ahora caminaba delante de mí, bamboleando el enorme trasero. Yo no podía apartar la vista: era hipnótico verla andar. Arriba-abajo. Arriba-abajo.
Mi gran amigo Toni me sacó del trance de un empujón.
-¿Qué?-murmuró socarrón,- ¿Te gusta la gorda o qué?
Las otras chicas rieron despiadadas. Me sonrojé hasta la raíz del pelo, pillado en falta.
-¿¡Qué dices, tío?!- contesté torpe y brusco, más alto de lo debido.-Ni de coña, joder.
Al levantar la vista deseé tragarme mis palabras una por una. Sara echó una breve ojeada justo en el momento en que yo contestaba. Y el cambio en sus ojos me dio a entender que nos había oído.
Aun recuerdo los ojos violeta de Sara, el alegre brillo seguido por el desencanto. No volvió a dedicarme más miradas prometedoras.
Era verano, y unos cuantos chicos y chicas tomamos, como cada tarde, el camino arbolado que conducía al río. Todo era verde, calor y grillos.
Sara, vestida con unos vaqueros raídos y un pequeño bikini negro, había estado todo el día tonteando conmigo, con ese juego de miradas prometedoras y sin embargo, algo ingenuas. Ahora caminaba delante de mí, bamboleando el enorme trasero. Yo no podía apartar la vista: era hipnótico verla andar. Arriba-abajo. Arriba-abajo.
Mi gran amigo Toni me sacó del trance de un empujón.
-¿Qué?-murmuró socarrón,- ¿Te gusta la gorda o qué?
Las otras chicas rieron despiadadas. Me sonrojé hasta la raíz del pelo, pillado en falta.
-¿¡Qué dices, tío?!- contesté torpe y brusco, más alto de lo debido.-Ni de coña, joder.
Al levantar la vista deseé tragarme mis palabras una por una. Sara echó una breve ojeada justo en el momento en que yo contestaba. Y el cambio en sus ojos me dio a entender que nos había oído.
Aun recuerdo los ojos violeta de Sara, el alegre brillo seguido por el desencanto. No volvió a dedicarme más miradas prometedoras.
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