jueves, 30 de septiembre de 2010

Historia mínima

La lluvia comenzó a golpear suavemente contra los ventanales de la biblioteca. A pesar de ser escasamente las siete de la tarde, ya había oscurecido totalmente. Las espigadas farolas del parque próximo estaban encendidas.

La biblioteca, de altas paredes de madera envejecida, era estrecha, oscura, y sin embargo, reconfortante. Tenues luces verdosas iluminaban cada pequeño escritorio, transmitiendo un halo de vaporosa tranquilidad. Había algo en esas estancias que recordaba a la casa de una matriarca decimonónica, con esa decoración anticuada y vetusta del romanticismo; cursis cuadros con pálidas rosas, pesados cortinajes de oliváceo terciopelo apolillado.

Una puerta se cerró en la entrada: el último lector se marchaba. Sólo quedaba ella, y ya sabía que pronto el bibliotecario se acercaría para advertirle que iban a cerrar.

Lucía experimentó un sentimiento de tristeza y un poco de angustia, como siempre que llegaba la hora del cierre.

Se levantó y se internó de nuevo entre los pasillos en los que los tomos parecían anidar, como pájaros olvidados y polvorientos. Sólo quería retrasar el momento de la marcha. Sólo un poquito más.

Sus dedos pasaron lentamente por los lomos de sus amados libros. Cada uno era un viaje, una experiencia, un aprendizaje vivido a través de ojos ajenos. Eran vida, detenida, en suspenso, a la espera...pero vida.

Tal vez debería ser valiente y no volver. O mejor, debería ser osada y volver; hablar, decir, explicar. Que esa no era su casa, que no se sentía parte de esa historia, que no amaba a nadie de los que allí vivían. Pero sabía que eso no sería posible. No lo sería nunca. Ojalá, pensó con amargura, hubiera tomado las decisiones adecuadas.

Se detuvo su mano sobre un estrecho lomo. Lo miró con curiosidad. Era un libro con un raro formato: totalmente cuadrado, negro por completo; tan sólo en el lomo tenía grabado un pequeño dibujo. Lucía se ajustó las gafas, intentando distinguir el dibujo en la penumbra. ¿Una flor? Sí...sin duda, era un delicado nomeolvides dorado, labrado con mucho gusto.

Suspiró- ¿acaso no había suspirado hoy mil veces?-, y la curiosidad ante lo que el pequeño libro ocultaba la hizo sonreír. Quizá una historia de amor, ansias y lágrimas; tal vez un estrafalario cuaderno de viaje, quizá simplemente un tratado sobre jardinería y botánica. Era una historia mínima, que la esperaba sólo a ella. Reprimió el impulso de abrirlo para saber más.

El bibliotecario la miró con fastidio: de no ser por Lucía, podría haber cerrado mucho más temprano. Ella le ignoró alegremente y le deseó buenas tardes con educación.

Bajo la lluvia, el geriátrico parecía más frío, triste e impersonal que nunca.

Lucía abrazó el librito con fuerza y se obligó a avanzar hacia el lúgubre edificio, agarrando trémula el bastón.

Una cosa era segura: ese libro la consolaría como un buen amigo.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Talismán 3 c'est fini


























¡¡¡Bueno, es una vergüenza!!!
¡¡¡El pobre Javi Montes terminó la semana pasada el color de Talismán 3, y yo no he puesto ni una reseña, ni una paginilla, nada de nada!!!!
Hala, para resarcirme, la portada, una paginita y la ilustración a color directo hecho por una menda (con el mismo miedo de siempre) para la espalda del tebeo.
Es terrible mirar dibujos de hace apenas seis meses y no poder evitar pensar cuántas mejoras necesitan. Afortunadamente, con Javi Montes dando color, siempre te queda la esperanza de que sabrá realzar lo agradable del dibujo y la composición, disimulando sabiamente los posibles errores. ( También es terrible que algunas de las ilustraciones que voy poniendo no se puedan abrir para ver en grande. Y no saber porqué. ¿Alguien sabe cómo solucionar esto?)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Venga vaaa....actualizando!

Venga, que como este fin de semana me han insultado un poco porque no actualizo jamás, pues me he sentido motivada..

Bueno, me ha parecido que esta página (es la 15) era interesante por dos cuestiones: se ve bastante claro que he tomado fotos reales de Madrid como referencia, y además, también sale un personaje
que bien se merecería un hermoso spin-off: Valle-Inclán.

Tenía yo la peregrina idea de que el Café del Real (situado en la plaza de Ópera) era uno de los pocos cafés de tertulianos que aun se conservaban casi tal cual desde mediados del 19, como el Café Fornos...y hete aquí que...¡¡¡no!!! El Café del Real, (creo) era una tienda normal y corriente, y fue reformado por completo en los años ochenta, imitando dichos cafés típicos
madrileños. Mi gozo en un pozo, puesto que la página estaba
ya entintada...Y como podéis ver en el lápiz, mi intención era dejarlo tal cual, nombre incluido. Pfff...tras una consulta Teresil, le pusimos Café del Gato, en honor a esos animalillos que tanto me gustan. Y además, así llaman a los madrileños, ¿no? De todas maneras, el Café del Real es un local vetusto con muchísimo encanto, y tomarse un café o una cervecita allí es un gustazo.

En cuanto a Valle-Inclán, sólo decir que el día que me obligaron a leer Luces de Bohemia, realmente me hicieron un maravilloso favor. De su juventud en Méjico se trajo su impenitente poncho y las largas barbas; y su genialidad mezclada con una lengua aguda y mala leche a partes iguales le llevó a tener más de una pelea con sus compañeros de tertulia. En este primer tomo, Teresa le ha representado algo más suave de modales de como se cuenta que fue (porque parece que iba a bronca diaria), pero agudo y despierto, siempre con una buena respuesta a punto en el pico.